En 1983, cuando la dictadura transitaba sus últimos meses, sin fuerza ya para mantenerse en el poder y en plena campaña electoral para elegir al primer presidente democrático, la Juventud Peronista cubrió las calles del país con pintadas y carteles que proclamaban “Somos la rabia”.
Tras siete años de la más cruel dictadura, podía resultar lógico, y electoralmente potente, enarbolar ese sentimiento de “rabia” frente a lo que se había atravesado.
Pero como contrapartida, la Juventud Radical inició una campaña bajo la consigna “Somos la vida”, que en aquel contexto parecía tímida frente al estado de conmoción en el que había quedado la sociedad después de años de violencia institucional.
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Los analistas de entonces vincularon la derrota del peronismo frente a Alfonsín a que una mayoría asoció aquel eslogan de la “rabia” (al que sumaban la quema de un ataúd en el acto de cierre de la campaña de Luder) con la violencia de los 70 y la de la propia dictadura. Los sectores sociales que conformaron esa nueva mayoría posdictadura optaron por privilegiar la “vida”, como sinónimo de paz. Lo contrario a tanta muerte previa. Un giro de 180° hacia un relacionamiento democrático y antiautoritario.
La fuerza de la historia es impredecible y capaz de generar liderazgos inesperados como el de Evita ayer y los Milei…
De la rabia a la crueldad. La crueldad es una parte constitutiva de Javier Milei. Su violencia verbal no comenzó el 10 de diciembre de 2023, al asumir la Presidencia. Venía con él desde niño, reproduciendo la crueldad que otros antes habían ejercido sobre él, y fue la que mostró desde sus primeras apariciones públicas. Insultos, gritos, gestos, descalificaciones hacia quien no pensara igual.
La mayoría que ese año lo eligió también eligió esa forma de respuesta furiosa frente a la normalidad democrática vigente en estas últimas cuatro décadas. No fue un eslogan con el que Milei hizo campaña, pero con otros gestos y palabras (el “soy cruel” con el que él se define), representa algo similar a aquel “Somos la rabia”.
La diferencia, cuarenta y dos años después, es que en 2023 sí hubo una corriente mayoritaria que necesitaba reflejarse en ese sentimiento.
Así como en los años 60 y 70 hubo una rebeldía a nivel mundial que expresaba esa rabia, ahora hay otra –ideológicamente opuesta– que refleja y se alimenta de una rabia similar. En ambos casos, la rebeldía es frente a un statu quo que se considera injusto. En ambos, los rebeldes coinciden en llevar adelante una batalla capaz de instaurar una nueva hegemonía cultural opuesta a la anterior. Una idea desarrollada por el pensador marxista Antonio Gramsci que resultó un faro de la rebeldía de aquellos años y ahora Milei asume como propia.
En el pasado, la furia antisistema unía a ideologías tan distintas como el peronismo, el maoísmo o el guevarismo. En el presente, es el estilo rabioso el que comparten líderes ideológicamente opuestos como Milei y Trump, o Meloni y Orbán. El hilo que ata el ayer con el hoy es la respuesta enfurecida de dirigentes que reflejan bien a sectores que entienden que, por culpa del sistema, reciben menos de lo que merecen.
Se podría decir que no hay nada parecido entre la rebeldía de Evita con la de Karina Milei. Y es cierto que las ideas, la empatía social y la capacidad discursiva de la segunda esposa de Perón están en las antípodas de las de la hermana del actual presidente. Pero tomando a la historia como un movimiento que genera a los líderes que la encarnan (y no al revés), ellas son un ejemplo de cómo la fortaleza de los procesos históricos es capaz de encarnarse en liderazgos inesperados como el de una exactriz o una exrepostera. Más allá de sus cualidades o flaquezas, funcionan como representantes del malestar de época.
En el siglo XX ese malestar incluso tuvo sus brazos armados en el país y en el mundo. Afortunadamente, en este siglo eso no está ocurriendo, aunque los jóvenes mileístas retomaron metafóricamente la idea de ser “el brazo armado” del Gobierno; y el propio Milei instó en público a la formación de milicias armadas al estilo de la antigua Grecia.
La furia con mala prensa. El primer interrogante es cuánto durará esta vez la afinidad mayoritaria hacia el sentimiento de rabia que expresan los hermanos Milei.
Los medios y periodistas suelen ser un buen reflejo de sus audiencias. Durante más de un año, la mayor parte de ellos mostró una simpatía (o al menos un silencio respetuoso) con los episodios de furia presidencial. Sin embargo, en los últimos meses esa simpatía fue disminuyendo. Lo que no significa que el inmenso aparato comunicacional del oficialismo haya desaparecido, pero sí que semana a semana se multiplican las voces de los profesionales críticos frente a la violencia del poder.
Este reacomodamiento mediático coincide con lo que, veinte meses después, registran todas las encuestas, tanto las que le dan mejor como las que le dan peor al Gobierno. Crece el rechazo al estilo agresivo presidencial, llegando ya a un 70%, que incluye a un importante porcentaje de exvotantes de Juntos por el Cambio que lo apoyaron en el balotaje.
El segundo interrogante es si un eventual nuevo clima de época significará un giro en sentido contrario al de la rabia, como sucedió en aquellos años 80. O si será un giro hacia una rabia ideológicamente opuesta, más parecida a la de los 60.
Hay quienes creen que mientras no surja un líder opositor atractivo para generar una nueva mayoría, los Milei seguirán siendo poderosos.
Creo que es exactamente lo contrario. Hasta que no surja una nueva mayoría social opuesta al poder que representan los Milei, no aparecerá un dirigente opositor capaz de competir con éxito. Mientras tanto, la inexistencia de una nueva mayoría tendrá su obligado correlato en líderes minoritarios.
… hoy. Al margen de cualidades y flaquezas de líderes tan distintos, los une la exaltación de un clima de época
Por el contrario, será la conformación de una nueva mayoría urgida de cambios económicos y sociales la que construirá liderazgos mayoritarios. La historia demuestra que, cuando las necesidades de cambio son imperiosas, hasta las personas más inesperadas pueden servir para corporizarlas. Los Milei son el mejor ejemplo.
Futuro imperfecto. En cualquier caso, los políticos hacen bien en prepararse para el próximo giro, porque nunca se sabe cuándo será.
Unos, como los cinco gobernadores que esta semana firmaron un acuerdo electoral con vistas a los comicios de octubre y los de 2027, podrían estar entre los elegidos si la “rabia” que este presidente encarna dejara de ser útil para quienes lo habían votado.
Lo que vendría entonces se asociaría con la moderación de dirigentes como los gobernadores Llaryora, Pullaro, Torres, Sadir y Vidal, expresada en su documento inaugural como la búsqueda de “una Argentina sin violencia ni grietas innecesarias”.
El eventual triunfo electoral de lo que ellos representan mostraría un fracaso parcial del Gobierno en lo económico y un rechazo total a sus formas autoritarias.
Otros, como Axel Kicillof, podrían ser la alternativa si el giro social requiriera de estilos de liderazgos vinculados con el peronismo más pasional. Con la intensidad de Milei, pero ideológicamente opuesto.
El éxito de esta opción sería el reflejo de un fracaso total de este modelo, tanto en lo económico como en lo social, y la apuesta a otro modelo que vaya en sentido opuesto. Además de un castigo para quienes apoyaron mucho o poco a la actual gestión.
El futuro empieza a ocurrir en el presente, aunque en el presente no sepamos hacia dónde irá. Frente a lo impredecible que es, siempre nos queda la esperanza de que sea mejor. Teniendo en cuenta, como recuerda Woody Allen, que el futuro es el lugar en el que pasaremos el resto de nuestras vidas.